El día de regreso al trabajo, intentará pasar lo más desapercibido posible, ocultándose en todo momento cual Homer Simpson en el seto. El motivo: sus vacaciones nada tienen que ver con ese dispendio en el que otros compañeros se han dejado el sueldo de un mes en apenas una semana. Amante de las pequeñas cosas y de la vida contemplativa, apenas habrá realizado cuatro visitas a pueblos costeros no demasiado lejanos para volver a dormir en casa, que es como mas a gusto se hace. Todos le miran con cara de extrañeza cuando, a la pregunta de “¿y las tuyas, qué tal?”, se limita a responder: “Muy bien, por aquí cerquita”. Por este motivo encuentra especialmente incómodos los corrillos posvacacionales y, como consecuencia, rehúye el contacto humano durante los primeros días.